lunes, 28 de febrero de 2011

CRISIS O TOMA DE CONCIENCIA DE LOS 40

CRISIS O TOMA DE CONCIENCIA DE LOS 40.
Hace poco que cumplí los 40, y de repente comencé a presentar síntomas de una grave frustración. Esta frustración llegó a provocarme una enfermedad física.
Mi mente científica, se esforzaba en buscar una causa, para lanzarse a la búsqueda de una solución. El caso es que el tiempo pasaba, y aquello no mejoraba la verdad, así que la llamé la crisis de los 40.
EL sistema educativo promueve las mentes científicas, por lo menos el de los 70. Cuantas veces mi madre me advertía que si no estudiaba no llegaría muy lejos. Ese es el problema, a lo mejor yo no quería ir así de lejos, o sí, pero en realidad no sentía que hubiera sido una elección mía, sino más bien una obligación, una inercia.
En mi adolescencia, había chicos, que no estudiaban, invertían el tiempo en leer libros que a mí me parecían ininteligibles, en general se interesaban por temas, que poco tenían que ver con los deberes, por lo que las notas eran bastante bajas. Pero cuando esos chicos, decidieron invertir su tiempo en las asignaturas académicas, cumplieron lo suficiente y llegaron a la universidad.
Esa rebeldía  hacia el sistema, les permitió ser conscientes de que el primer interesado en sus vidas son ellos mismos. El resto, estábamos embarcados en la responsabilidad, con nuestro foco vital fuera de nosotros mismos, haciendo nuestras, las creencias inculcadas desde la sociedad, a través de nuestros padres, televisión etc., por Ej. sufrir tiene recompensa: “Marco de los Apeninos a los Andes”, “Heidi”. El amor de tu vida es uno sólo, and “It's in his Kiss” (esta en su beso).
No sabéis los apuros que paso para contar los cuentos de Disney a mis niños en especial a mi niña. Cuando digo que Blancanieves se quedaba en casa de los enanitos, suelo añadir que leyendo, y que de vez en cuando visitaba la mina para echarles una mano, y que por supuesto todos recogían la mesa. Y es que en la factoría Disney deberían añadir “Las princesas ya no esperamos a los príncipes, les llamamos por teléfono”, y “Los príncipes hacemos deliciosas recetas de postre” o algo así.
A través del trabajo personal, de libros como “La perfecta cabrona” de Elizabeth Hilts, “El club de las malas madres”  de Lucia Echevarria y Goyo Bustos, otros más, junto con el “Poder del Ahora” de Edkart Tolle, he ido elaborando una escala de valores propia, flexible, en la que lo bueno y lo malo son las dos caras de la misma moneda, en los que he tomado conciencia de la posibilidad que tenemos todos de elegir como sentirnos, de manejar nuestros pensamientos, y de aceptar nuestras pérdidas de control (vivir en automático). Debe ser por eso, que en mi trabajo como coach me gusta tanto una herramienta que se llama el “Core Quadrant”, que se basa en eso precisamente, adquirir conciencia de la consecuencia de vivir la trampa de los valores que considero, consideramos positivos, y de cómo estos nos conducen directamente al tren del stress, queriendo ser perfectos, de cómo los valores de la sociedad, puede que no coincidan con los míos.
Durante este mi cuarentavo  año, he sido rebelde, me he permitido cosas de los 16 años, me he replanteado las creencias que me han traído hasta aquí. He vivido y sufrido el desconcierto de los 16, pero también la increíble sensación de libertad frente a las reglas.
Mi mundo visto con mi nuevas gafas de 40, ha hecho que incorpore de vez en cuando, ciertas dosis de los valores que no me permito, sin sentirme mal por ello, en definitiva, me he situado en un camino sin vuelta atrás, el camino que suprime vivir en automático.
En el taller que organiza Alberto Sánchez-Bayo “Arqueología del Talento”, escuché “Hemos sido concebidos como un sueño, y estamos aquí para cumplirlo”. En “automático” cumples los sueños de las series de tu adolescencia. En “pilotaje manual” de mi vida, decido e indago cual es mi sueño. He descubierto que se puede trasmitir de muchas maneras, una de ellas la pintura, yo no sabía que me podía gustar tanto traducir los colores de la naturaleza al acrílico, elegir que representar. El cuadro de arriba lo he pintado yo, para mi supone, el reto de captar el reflejo de la luz de un día gris, pero mis amigos ya me han comentado distintas interpretaciones. Lo mejor ha sido la sensación de atemporalidad mientras pintaba.
Para mí la tarta con el nº 40 fue como el despertador de la mañana que no para de sonar, molesto sí, pero que despierta ¡ya lo creo!